Vida

Dos corazones laten dentro de un mismo cuerpo

Por Lucrecia Landaverde

Cuando el corazón que llevas a la altura del pecho, escucha al corazón que llevas en el vientre se genera una conexión indivisible, uno no puede vivir sin el otro; a esto se le llama amor de madre, sin verse se pueden sentir, acariciar y consentir el uno al otro.

No hace falta verse físicamente. Basta con cerrar los ojos para contemplarse. El amor surge antes de darnos cuenta de la existencia del otro, cuando recibimos la noticia ya le amamos de una forma sobrenatural, sin límites, y anteponemos nuestra propia vida, si es preciso, para salvaguardar la del otro que llevamos dentro. Porque la vida sin ese pequeñito ser humano del que desconocemos su color de piel y sus rasgos físicos (hoy ya se pueden ver en la *ecografía en 4D* )perdería sentido, la vida sin él o ella, sería demasiado cruel.

 

En el proceso del embarazo, surgen diversas emociones: por un lado; deseamos ver cómo son físicamente y por otro, nos preocupa dejar de estar en el mismo empaque (cuerpo).

 

El sentido de la responsabilidad se acentúa, toca madurar de forma acelerada porque el bienestar de ese ser humano chiquito depende de nosotras y también del padre, pero la madre asume el monopolio en el cuidado porque llegamos a pensar que somos las únicas que podemos entender a nuestro bebé.

 

Traer a un bebé al mundo es una experiencia maravillosa y agotadora al mismo tiempo. Es algo que te llena de alegría, a la vez que te pone a prueba como jamás lo podrías imaginar.

 

Resumiendo la maternidad, es algo mágico. Aunque sea agotador y muchas veces hasta llegamos a sentirnos inútiles (cuando es primer bebé), no pretendemos renunciar ni a palos del cuidado de nuestra ternurita.

 

Porque necesitamos tener todo bajo control y aunque otro sea muy eficiente sustituyéndonos algunos momentos, no logramos estar bien sino estamos al pendiente de nuestro bebé. En el fondo, lo que sucede es que como mamás desarrollamos una extrema dependencia de esos pequeñitos y despegarnos, aunque sólo sean algunas horas, suele ser muy doloroso.

 

Es por ello que los expertos en el tema del “apego materno”, que significa la dependencia tanto del bebé de su madre como de la madre de su bebé, aconsejan que es bueno ausentarse aunque sea una hora e ir aumentando el tiempo de forma progresiva; ya que aunque nos amemos sin límites, somos dos vidas diferentes, incluso, cuando el bebé se está desarrollando en el vientre, es un ser humano diferente, son dos vidas. Un cuerpo dentro del otro.

 

El bebé necesita sentirse seguro cuando está rodeado de otras personas cercanas (la abuela, la tía, la niñera, y el padre). Sin que necesariamente esté al lado de la madre. La madre por su parte necesita su propio espacio sin que ello signifique desocuparse de su pequeño hijo.

 

Quien se pierde la maternidad, se pierde de experimentar el amor sin límites y de vivir la vida a tope.

 

Una reconocida periodista mexicana me dijo una vez “ser madre es lo más padre que existe en esta vida”.